Los hombres que no amaban las flores

Por Mario Quevedo, en Cantabricus
Tiempo estimado de lectura: 7 min

Un título más ecuánime habría incluido «mujeres», pero no recordaría a aquel otro novelero. También en el ámbito de las aclaraciones previas, esta entrada no va de salvajina, montañas, reservas etc., asuntos habituales aquí¹. Y, por otro lado, incluye mucho más color.

Para acortar al contexto, adjunto foto:

Nel campu nacen flores

Foto 1: Orquídeas (Serapias), botones de oro (Ranunculus), búgulas (Ajuga), y gramíneas varias en el Cabo San Lorenzo (Xixón).

El mensaje de la foto no tiene complicación; como dice el cantar astur, Nel campu nacen flores.

Sí, nacer vaya si nacen; o mejor dicho, germinan las plantas, crecen y florecen. Otro cantar será saber por qué vemos tan pocas flores en los espacios públicos, en los parques y jardines. Ya adelanto que no lo sé, y que me gustaría no tener que saberlo. Otra versión de la misma pregunta sería por qué duran tan poco las flores. Y, finalmente, ¿a quién molestan las margaritas, los dientes de león, las verónicas?

veronica2

Foto 2. Florines nel prau.

El caso es que este asunto, de apariencia seguramente menor, me recuerda a otras dos ideas más generales, que creo haber mencionado aquí en otras ocasiones: los bucles de manejo, y la dicotomía land sharing / land sparing2 en la interfase entre conservación y extracción sostenible. Volveré a ellas luego, cuando no proceda.

Foto 3. Prao de diente en las afueras de Oviedo. A: zona reservada en los últimos días. B: zona pasteada por las frisonas del vecindario.

La foto 3 de esta entrada muestra un prao de diente: un terreno cubierto de especies herbáceas, dominado numéricamente (asumo, no las conté) por gramíneas (la hierba), y destinado al forrajeo de animales domésticos. En este caso, unas frisonas lo pastean habitualmente. Es evidente el efecto del pasteo sobre la altura de las gramíneas, y sobre la presencia de flores. Y si hubiera más animales, o pasaran más tiempo comiendo en una zona concreta, seguramente veríamos sólo una superficie uniforme de hierba corta. El objetivo al que se destina esa superficie está claro; de qué depende la presencia y duración de las flores, también.

No veo tan claro en cambio el uso de zonas en la foto 4, a continuación. El entorno de ejemplo, simplemente por cercanía física, es el Parque del Oeste, en Oviedo; tiene al menos 51000 m² de zonas abiertas, cubiertas de hierba. Ese cálculo rápido hecho con Google Earth no incluye las partes más bajas, próximas a la vía pública, a los columpios, escaleras, etc. (~6000 m² destinados a lo mismo).

Foto 4. En la parte superior, terrenos del Parque del Oeste. En la inferior, terrenos del entorno de las piscinas (municipales) del mismo nombre.

La imagen muestra cuatro sectores de terreno, muy próximos a la foto 3 (~120 metros del centro de 3 al sector C en 4); ambas fotos están hechas con dos días de diferencia. Sector A: zona empinada (> 50%) en la que desde hace años se suceden desbroces, rociado con algún producto desde contenedor verde mochilero, e incluso retirada manual de equisetos etc. Un importante esfuerzo por conseguir que no crezca casi nada, tarea naturalmente difícil dada la combinación de humedad y temperatura en esta zona de Asturias. Sector B: no parece necesario describirlo; no me consta más uso que la propia siega. Sector C: cuña de terreno colonizado hace años por la especie invasora Cortaderia selloana; nunca he observado gestión alguna. Sectores D y E: zonas abiertas al público del Parque del Oeste; presentan habitualmente hierba muy corta y sí, algunas flores. Las pendientes alcanzan 35% en D, bastante más en E, surcada por una actuación de moda en taludes últimamente. En la zona D florecen, cuando las dejan, muchas cosas. Las fotos 4, 5 y 6 a continuación están hechas, en distintos momentos, en las cercanías de la letra D (foto 4). La 7, bajo el parche de robles cercano .

Ophrys2

Foto 4: Orquídea en el Parque del Oeste (Ophrys).

androrchis

Foto 5: orquídea en el parque del Oeste (Androrchis, creo)

veronica

Foto 6: una pequeña Veronica, en el Parque del Oeste.

scilla2

Foto 7: Scilla verna; sí, en el mismo Parque del Oeste.

Esa zona D es un prao público estándar; de esos que usamos para dar un paseo, sentarnos un rato, hacer unas fotos a las abejas, jugar a la pelota, o mostrar intuición para esquivar cagadas de perro. ¿Cual es la razón de que haya que contar los días entre las pasadas de maquinaria para ver margaritas y botones de oro? A diferencia del prao de la foto 3, no hay producción agropecuaria. Dada la pendiente, el uso bronceador o yacente prolongado está limitado a algunas zonas llanas (que nunca están concurridas). ¿Qué objetivo de extracción, de estética, de metafísica, lleva a pelear tan duro contra las plantas?

A falta de respuesta formal, diría que la razón del aspecto de los sectores B o D en la foto 4 puede ser un bucle de manejo: el objetivo es mantener una actividad, por la razón que sea; y esa actividad requiere para su propia viabilidad actuaciones repetidas, frecuentes. En este caso concreto, el discurso podría ser el familiar “¿Por qué siegas tan pronto? Porque si lo dejo más tiempo luego no entra la máquina”. Habría que cambiar de máquina. O incluso prescindir de ella, y usar la hierba para objetivos concretos. Y si alguien considera gran idea mantener los parques como un campo de hierba artificial, estaría bien saberlo, y poder discutirlo abiertamente; entiendo que pagamos operarios, segadoras y herbicidas entre los contribuyentes.

En estos días de secuela de campaña electoral tendremos ocasión de oír el término “biodiversidad” aquí y allá. No mucho, y sólo ante determinado público, pero son pocos los candidatos que se cagarían en la biodiversidad abiertamente (sí, en el Parlamento Asturiano sigue habiéndolos). Habrá que decirles entonces que la diversidad biológica y sus beneficios no son necesariamente costosos; que no hay por qué relegarlos a esa reserva que pocos visitarán3. Máxime cuando, como es el caso, dudo que existan intereses contrapuestos reales.

No se me ocurre razón alguna para que, en algunos parches, las plantas puedan desarrollar su ciclo completo de crecimiento, floración, polinización, fructificación, dispersión de semillas, y germinación de los nuevos individuos (a diferencia del rebrote vegetativo o la multiplicación clonal de los ya presentes). No se me ocurre razón para además no beneficiar así a las muchas especies de polinizadores que necesitan el néctar de las flores para sacar adelante su propio ciclo de vida. Sin flores no hay polinizadores, así que si te cepillas las flores estás cepillándote una trompicada de la mediática biodiversidad, sin beneficio alguno, y con perjuicio de todo aquello que requiera polinización (desde los geranios al huerto local).

Ñam ñam

Foto 8: Sírfido a la caza de su Stellaria

No se me ocurre razón para no usar esos espacios como terreno de prácticas, para estudiantes de todos los niveles; a tiro de piedra de las aulas, y sin quitar el mandilón. Cambiar el pogüerpoint del pistilo y los estambres por estambres y pistilo reales, en el prao adyacente. No se me ocurre razón para no levantar el pié del manejo en esas cuestas de hierba, que agradecerán raíces más profundas que agarren el suelo. En definitiva, pregunto: ¿Dónde están los jardines de los parques? ¿Dónde los jardineros? Estarán quizás cambiando pensamientos (variedades cultivadas de violetas…) de rotonda en rotonda…

Nada del otro jueves lo planteado aquí; nada problemático. Mencionaba antes la dicotomía land sharing / land sparing²: discute qué modelo de reparto territorial le vendría mejor a la diversidad biológica, mientras se mantiene la producción. La podríamos traducir como “compartir” frente a “reservar”, insisto, obteniendo en ambos casos el mismo rendimiento extractivo. En un entorno urbanizado no es ya posible el modelo “reservar”; y quizás sea una exageración siquiera plantear el debate. Pero dejar florecer parches aquí y allá en los rodales de hierba de las zonas urbanizadas4 me parece una aproximación más que viable al modelo “compartir”, rindiendo además zonas habitadas menos hostiles, más sostenibles.

Termino. Hoy mismo, justo antes de soltar esta entrada, era ya aparente alguna orquídea en la zona D de la foto 4.

ophrys2

Foto 9: Ophrys, creo

Actualización: 2016.05.12, 9:20 am

La orquídea de la foto anterior no ha durado ni 12 horas tras tomarla:

segadora

Buggie-segadora del tipo «Oviedo Ecológico» tomando medidas ante tanto tallo erecto.

___

Notas, referencias
1. La frecuencia de esos asuntos en este blog, o en las preocupaciones que compartimos algunos, sirve a los amigos de la simplificación y difamación para pintarnos de «radicales conservacionistas». Ya se sabe que ilustrar al que discrepa como simple o extremista es mucho más sencillo que argumentar por qué uno es complejo, o centrista.
2. Kremen C (2015) Reframing the land-sparing/land-sharing debate for biodiversity conservation. Ann NY Acad Sci 1355: 52–76.
3. No puedo evitar acordarme de aquello de Aldo Leopold: “relegar los grizzlies a Alaska es como dejar la felicidad para El Cielo; puede ser que nunca vayas”.
4. Especial dolor causa ver el proceso florífobo en los taludes de mi centro de trabajo, la Facultad de Biología, donde además la mayoría vamos a leer, escribir, e incluso pensar. No agradecemos las segadoras a motor de combustión. Una Ophrys similar a la de la foto de arriba se libra en los últimos años por el avance facilitador de la hiedra. Las Ajugas no tienen esa suerte.

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Una respuesta a Los hombres que no amaban las flores

  1. Luis C. dijo:

    Un dedo muy oportuno en una llaga muy sangrante. En lo único en lo que se me ocurre avanzar es en la motivación de estos recortes tan inmunes al recorte. Adelanto dos hipótesis, una biologizante à la Pinker (los parques de césped recortado y arbolado disperso evocan las sabanas en las que cazaron la mayor parte de nuestros antepasados, esas que de manera no ya simbólica sino material recrea el prado de tu foto 3) y otra más de clase centrada en la ostentación (en la civilización anglosajona dominante, un césped recortado funcionó como una «honest signal» de que se tenía pasta como para pagar hordas de jardineros, algo análogo a un Rolls Royce, al tocado de plumas de los jefes amerindios y a la pirámide de Keops. La clase media, ahora que hay esclavos a motor de combustión, quiere mientras dure emular a los viejos millonarios, y por eso nos vestimos de muñeco del Monopoly para las bodas y hasta vamos a campos de golf -epítome del césped desflorado-, aunque sea a golpe de trasvase y desalinizadora). Pero basta de especulaciones y vayamos a las caxigalinas: la orquídea de la foto 5 es una Dactylorhiza, en concreto D. elata (propia ella de suelos arcillosos, encharcados en primavera pero que se secan en verano, que ya debía de abundar en los terrenos cretácicos de la redolada de Uvieo y a la que no le ha venido mal los terrenos artificiales de escombro arcilloso). Saludos cordiales.

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